Algunos
alcances sobre el folklore
En la década del
60 José María Arguedas, uno de los amautas peruanos y maestro popular, escribió
un artículo sobre el folklore para esclarecer lo que muchos equivocadamente
entendían por esta palabra, así, aclaró las degeneraciones que al respecto
aparecían sobre el carácter de las tradiciones y costumbres, propias de la
creación popular. Dichas degeneraciones se atrevían a catalogar a cualquier
elemento, creado de manera vulgar, equivocada y bajo parámetros inaceptables
como folklore, también catalogaba de esta misma manera a la creación moderna
que adoptaba algunos elementos mal entendidos como tradicionales. No puede
considerarse a algo actual como tradicional, la creación moderna por más que
trate de asemejarse a la creación de antaño, a la creación añeja, a aquella que
ha tomado vigor durante siglos no tiene punto de comparación debido a que han
sido generados en contextos totalmente distintos y tienen por ende una
connotación política e ideológica claramente diferenciadas las cuales han
permitido la sobrevivencia en el tiempo de determinadas ideas, parámetros,
objetivos, formas y estilos de vidas, lenguaje, cosmovisión, etc. Pero las
otras, la creación moderna – valiosa o
no – no necesariamente resistirá el devenir histórico y con el pasar de
los años tiende a desaparecer. Además, el folklore es aquel conocimiento
tradicional – no científico que se ha transmitido de generación en generación
hasta nuestros días.
El folklore ha
sido definido como el saber tradicional
de las clases populares desde inicios del siglo pasado. Sin embargo, con el
desarrollo de la antropología y la etnología se hizo necesaria la aclaración de
lo que es folklore. En este sentido José María Arguedas nos menciona lo
siguiente:
“El folklore
estudia, de modo general, las artes tradicionales de cualquier pueblo; y muy
particularmente, sus cuentos, leyendas, danzas y canciones” (Arguedas José
María 1988: 81).
Y continúa
diciendo:
“…el folklore, como ciencia, no se puede aprender
sino en las universidades e institutos especiales, mientras que la sabiduría
folklórica no puede aprenderse sino tradicionalmente; de viva voz, “por boca”,
por explicación oral, por imitación. El folklore es el arte del pueblo. El
folklore, así con mayúscula, es la ciencia que estudia ese arte popular” (Arguedas José
María 1988: 83)
Así, podemos
inferir, desde la opinión de José María Arguedas, dos acepciones acerca del
folklore: Una, la ciencia y la otra, los saberes no científicos de carácter
artístico – cultural. Así mismo, como nos dice el amauta, el folklore nos
permite tener mayor y mejor claridad acerca de la existencia de nuestro pueblo
evitando un “análisis frio y simplemente
técnico”. Además es un “elemento
valiosísimo para el conocimiento de la historia social de nuestro pueblo y de
su realidad social contemporánea” (Arguedas José María 1988: 83). Así, notamos la importancia del término
y del conocimiento del mismo. Sin embargo notaremos que hablar de las artes
tradicionales implica hablar de tradición.
El profesor
Efraín Morote Best también concibe al folklore en sus dos acepciones antes
planteadas por José María Arguedas. Como ciencia y como conocimiento
tradicional. Veamos.
“…el folklore es un sector específico de las
ciencias histórico – sociales que busca determinar las leyes del surgimiento,
desarrollo y extinción de las tradiciones populares” (Morote Efraín
1990)
El profesor
ayacuchano muestra una importante atención a los conceptos de tradición y
pueblo para poder definir tradición
popular. Reconoce, en primer lugar, que el hombre es una suerte de
contradicciones y se desenvuelve junto con estas de manera inminente e
inevitable, como todo, se disputa entre lo nuevo y lo viejo. Lucha por la adquisición
y desarrollo de lo nuevo y desecho o conservación de lo viejo. Así, para el
profesor la tradición es producto de este escenario histórico complejo y
contradictorio. Veamos:
“La tradición no viene a ser otra cosa que el
producto de tales contradicciones; el remanente de un proceso en el que, por
causas determinables – si no ya no determinadas –, algo viejo mereció
conservarse, mientras otro algo se desechaba y otro algo se adquiría” ((Morote Efraín
1990)
Podríamos
percibir en ambos autores algunas diferencias. Mientras el primero habla de
arte tradicional popular, el segundo, menciona la tradición popular. Sin
embargo debemos notar que no existe una contradicción entre lo planteado por
ambos intelectuales, por lo contrario existe una concatenación de sus términos
debido a que la tradición popular se ha mantenido y sostenido en gran medida
por medio de las actividades artístico – culturales que corresponden a las
definiciones de ambos intelectuales y que permiten comprender la función del
folklore como ciencia y como saber popular tradicional.
Además, es
necesario comprender el contexto de cada uno de los autores citados. Para los
años 60 José María Arguedas fue un pionero en los estudios acerca del folklore
y de la profundización de este, por ende los aportes que dió al respecto han
sido de suma importancia. En el contexto de Efraín Morote Best existían mejores
condiciones para comprender el folklore debido a que ya habían avances sobre el
tema lo cual le permitió su mayor profundización y entendimiento (esto no quita
para nada que el antropólogo – el profesor Efraín – ha sido un esforzado
investigador de esta rama del conocimiento, por lo contrario, ha sido una de
las mentes que mejor a sistematizado lo que es el folklore).
El
folklore, la cultura popular y el arte.
José María Arguedas nos dice:
“como la palabra folklore es usada por mucha
gente… hemos pensado que conviene ofrecer en unos breves artículos el
significado de este vocablo, creemos que con estas informaciones el público
podrá juzgar mejor la música, los bailes y otras manifestaciones artísticas
populares que se les ofrecen como folklóricas” (Arguedas José María 1988:
81)
Hay tres cosas que diferenciar en los planteamientos de
José María Arguedas. Primero, que él no desdeña la creación moderna, actual,
presente, siempre y cuando esta se encuentre en uno de sus desarrollos más
altos y no sea una mera copia, una degeneración artística o una vil patraña.
segundo que pide y exige no confundir esta creación presente con la tradición
que se ha mantenido por años y siglos y que ha permitido conocer y comprender,
en su esencia, el fondo de la psicología y la visión popular que en términos
políticos es un objetivo de vida, una noción de futuro. Tercero, Arguedas
también menciona, con suma importancia la necesidad de entender al folklore,
vale decir como el conjunto de relaciones sociales que han perdurado en el
tiempo y como la ciencia que estudia estas formas de existencia tradicionales.
En la actualidad
se profundiza poco sobre la tradición popular. Por parte de intelectuales y
artistas existe poco interés por conocer las características y raíces sociales,
económicas y políticas del término y de las formas en que se manifiesta (claro
está que existen claras excepciones). No existe una preocupación por los
sucesos que los motivaron a existir por el contexto en el que sus creadores, con sufrimiento o
no, los realizaron.
Así, el folklore
es parte de un bagaje cultural construido en un largo, tedioso y contradictorio
proceso de gesta, pero lo tradicional no tiene un carácter moderno, corresponde
a un proceso distinto, a un proceso anterior. ¿Cómo podemos juzgar a las
expresiones artísticas actuales, las formas de organización popular modernas,
entre otros tantos elementos que corresponden a sentimientos y acontecimientos
contemporáneos? La cultura es, en términos generales, el conjunto de valores o
la forma de vida que adopta una determinada sociedad en un determinado momento
histórico. Pero en una sociedad que se encuentra dividida en clases sociales solo
encontraremos valores o formas de vida que correspondan a estas clases
sociales. La lucha de clases no es un designio caprichoso, es por el contrario
una realidad objetiva. Existe la cultura de las clases dominantes que oprime,
embrutece, degenera y aliena y la cultura de las clases dominadas que resiste,
concientiza, crea y promueve el desarrollo. Vemos, por ejemplo, que la
alienación consiste “en que el ser humano
pierde… o carece de la conciencia necesaria para explicarse científicamente la problemática religiosa,
moral, artística, política, jurídica, educativa, natural, social y filosófica” (José Lora Cam 1975: 108) así, notamos desde
ya, las características propias del carácter que tiene la cultura dominante.
El filósofo
liberal, Stuart Mill, nos dice “en el
lugar que exista una clase dominante, la moral pública derivara de los interés
de esa clase, así como de sus sentimientos de superioridad” (Mill Stuart
2011: 20). La cultura dominante corresponderá siempre a la clase social que
tenga el poder, en función de sus ideales e intereses, adoptará formas y
matices diversos, pero tendrá la misma esencia.
La cultura de
los sectores dominados es la cultura del pueblo, de ese conjunto de clases
sociales que se encuentran en una situación de desventaja económica, social y
política debido a que no son dueñas de los medios de producción o en el mejor
de los casos los medios de producción que poseen no son útiles para su
desarrollo económico – social. En ese sentido podemos catalogar a este tipo de
cultura como cultura popular, la cual
se caracteriza por “el conjunto de
valores más o menos democráticas y socialistas de las masas explotadas y
oprimidas en contraposición con la cultura burguesa (o en nuestro caso,
feudal-burguesa) dominante, que busca la perpetuación de sus ventajas basadas
en la injusticia social y que con tal propósito, utiliza, con idéntico denuedo,
el pupitre o la cátedra, la tribuna o el confesionario, el pulpito o el libro,
el periódico o la televisión, el soborno o el asesinato” (Morote Best
1987).
Pero, ¿existe
una relación entre el folklore y la cultura popular? Si, el folklore, como
tradición popular, es decir, como las formas de existencia, generados por los
sectores populares en tiempos pasados y que se mantienen hasta la actualidad, es
la base de la cultura popular. La cultura popular adopta los elementos
democráticos del folklore, contextualizándolos en un momento histórico
planteándolos en contraposición a los valores antidemocráticos que evitan el
desarrollo de los sectores populares. En ese sentido, pueden existir diversas
expresiones artísticas (el arte es parte intrínseca de la cultura) que al
adoptar una posición a favor de los sectores populares, es arte popular. La
única diferenciación al respecto de este es advertir si es un arte tradicional
o un arte contemporáneo, pero todo arte contemporáneo tiene - como ya lo hemos
señalado - su base en el arte tradicional.
El arte popular
es, en estricto, un arte con nuevo contenido, un arte que promueve conciencia
acerca de la realidad, que difunde la problemática social, que busca inquietar
el espíritu individual para que busque y luche por el progreso colectivo.
Mariátegui nos menciona: “ninguna
estética puede rebajar el trabajo artístico a una cuestión de técnica. La
técnica nueva debe corresponder a un espíritu nuevo también” (Mariátegui
José 1959:18)
Pero el arte
tiene un ejecutor: el artista. Este no deja de ser un elemento dinámico en la
sociedad, por ende cumple un papel importante ya que es una de las esferas
sociales de vital importancia para el hombre. El artista no deja de ser un
intelectual y un trabajador, que por el papel que cumple debe comprender la
realidad, estar en ella e interpretarla, para luego darla a conocer mediante la
expresión artística que este desarrolle. El arte popular refleja la realidad
desde la capacidad y condición del artista en beneficio de los sectores
vulnerados, induciéndolos a organizarse y a fortalecer esta organización. Pero
el artista está condicionado por su medio social y por las decisiones que tome
en este, por ejemplo: “Rafael, como todo
artista, ha sido condicionado por los progresos técnicos del arte, llevados a
cabo antes de él, por la organización de la sociedad y de la decisión del
trabajo en su país, y finalmente por la división del trabajo en todos los
países con los que el suyo estaba en relaciones” (Marx y Engels 1946: 65).
El artista
popular, por ende, no debe ser ajeno a esta organización o las luchas que estos
sectores populares emprenden; para comprender la realidad, el artista debe estar inmiscuido en ella.
El
papel del artista en la universidad
La universidad
cumple la función de ser difusora de la cultura y promotora del desarrollo
social y nacional, canaliza el conocimiento científico y enarbola principios
como la libertad de expresión y de pensamiento, la autonomía universitaria y el
cogobierno, que son conocidos desde la reforma de Córdova y que progresivamente
se han elevado progresivamente mediante procesos de luchas que en la década del
60 y 70 del siglo pasado han tenido sus más grandes avances al luchar por la
gratuidad de la enseñanza como parte del derecho a la educación. La
universidad, en ese sentido debe ser nacional, científica y democrática.
La universidad,
tiene un carácter democrático – burgués, esta,
como parte de la educación, en la actualidad pasa por un proceso de
privatización y de elitización, no se apertura a la clases populares, por lo
contrario existen sectores docentes antiestudiantiles (los cuales responden a
intereses de sectores dominantes fuera de la universidad) que se coluden y
pugnan el control de la universidad pública y son fieles aplicadores de las
políticas estatales. Vemos, por ejemplo, la nueva ley universitaria de carácter
privatista y corporativa que se ha implementado en la universidad y que es
dañino para los intereses populares.
¿Qué debe hacer
el artista en la universidad? En primer lugar el artista o trabajador del arte
debe ser consciente de la realidad conflictiva en la que vive y tiene que
sentar posición. Además debe entender que él es un estudiante como todos los
demás y que forma parte del movimiento estudiantil. Cumple por ende, una
dinámica de estudiante – artista y ha de esforzarse en el trabajo que realice
para cumplir con dicha dinámica como tal.
Dada esta condición podemos plantear lo siguiente:
1.
El
artista popular que es parte del movimiento estudiantil debe establecer su
posición al lado de las luchas estudiantiles y de lo que ello implique. En la
etapa actual el movimiento estudiantil se encuentra en proceso de articulación
y fortalecimiento, no obstante aun es débil. El artista (estudiante - artista)
debe ser consciente de la realidad que lo rodea y por ende de la situación del
movimiento estudiantil y su papel debe estar en función de la difusión de estas
problemáticas mediante las expresiones artísticas que desarrolle, dando
propuestas, buscando promover la participación y el respaldo de las bases
estudiantiles. Al respecto, Cesar Vallejo nos dice: “el espíritu revolucionario congénito del artista no puede eludir, como
esencia temática de sus creaciones, los problemas sociales, políticos y
económicos… la sensibilidad del artista, sensible por excelencia y por propia
definición, no puede sustraerse a ellos” (Vallejo Cesar 1973: 122).
2.
Debe
promover los principios clasistas y los principios de la universidad pública,
tales como la unidad en base a la lucha, la crítica y autocrítica, la
independencia de los estudiantes, la autonomía universitaria, el cogobierno, la
libertad de expresión y de pensamiento, la defensa y conquista de derechos y la
vinculación de la universidad con el pueblo.
El maestro Luis G. Lumbreras aporta: “bien hará la universidad en abandonar institucionalmente los claustros
y ligar su actividad con las masas” (Lumbreras Luis 2014: 17)
3.
El
artista, como estudiante y como ser consciente de la problemática universitaria
no niega su rol de movilizador y organizador, debe promover el fortalecimiento
del movimiento cultural universitario que pueda tener una respuesta contundente
ante la arremetida de los valores o planteamientos que atente contra la
organización estudiantil y popular. Veamos: “el arte no es un fin en sí mismo. Cuando la vida es poderosa no
convierte al arte en un ídolo si no en
un arma para sí, para su crecimiento y desarrollo” (Lunacharski Anatoli
1968: 83). En ese sentido, el arte es un medio y no un fin en sí mismo. Como
medio debe servir para generar y fortalecer las formas de organización más
elevadas.
4.
Debe
luchar contra las formas artísticas y culturales que imperan en el ámbito
universitario y extrauniversitario que no corresponden a los valores culturales
del pueblo. “la mayor influencia de los
modelos culturales y valores morales proviene de los centros imperialistas,
cuyo camino de penetración comienza por la burguesía nativa, traspasa las capas
medias y con frecuencia, llega hasta las capas populares” (Domínguez José
2007: 25). Lo anteriormente citado puede aplicarse muy bien en lo referente al
arte, es necesario enarbolar la defensa del arte popular y de los elementos
democráticos, las ansias de progreso y los valores morales de los sectores
populares.
5.
Al
ser un país retrasado económica y socialmente, subordinado a las potencias
extranjeras, es necesario que se eleven consignas nacionales y
antiimperialistas. En el plano artístico esto implica revalorar, defender,
reivindicar y desarrollar la cultura nacional, conociéndola, difundiéndola, y
dotándole de elementos que puedan contribuir en el proceso de concientización.
Así mismo, es necesario “conocer las
tradiciones populares de la costa, sierra y selva, fundamentalmente de las
clases populares del Perú y del mundo” (Acevedo David 2015: 12), esta
premisa es indispensable para no caer en un chovinismo insensato que
políticamente hablado es sectarismo. El artista debe tomar los elementos folklóricos
como base de su trabajo para contribuir al desarrollo nacional y que no excluya
a otras expresiones que bien podrían ser útiles para un trabajo popular, tanto
dentro como fuera de la universidad.
Hasta aquí se
han dado algunos alcances generales del folklore, la cultura popular, el arte,
el artista y el papel que este cumple en el ámbito universitario para aporte al
movimiento popular mediante el movimiento universitario en general y del
movimiento estudiantil en específico.
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